Traducciones de Alicia y su país de maravillas

A 150 años del nacimiento de la historia de Alicia

El 4 de julio de 1862, Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898) llevó a pasear al río a Lorina, Alice y Edith, tres de las hijas de Henry George Liddell, el decano de Christ Church (Oxford), college en el que enseñaba matemática.

En esa tarde dorada (así la denominó Dodgson más tarde), durante el paseo en bote, las niñas le pidieron al joven profesor que les contara un cuento. Las hermanas le pusieron una condición: debía tener cosas disparatadas.

Dodgson empezó entonces a inventar las aventuras vividas por una niña llamada Alicia en un país de fantasía.

Tanto les gustó la historia, que las niñas le pidieron que la pusiera por escrito. Dodgson no sólo no se hizo rogar, sino que en 1865 publicó Alice’s Adventures in Wonderland, con el seudónimo de Lewis Carroll.

Ese fue el origen de uno de los más conocidos (y en su momento, revolucionarios) libros para niños... y no tan niños.


La difusión de los libros de Carroll

Al mejor estilo de las películas de Hollywood, Carroll publicó más tarde una secuela de las aventuras de Alicia: Through the Looking-Glass and What Alice Found There (1871).

Ambas obras son universalmente conocidas y, luego de la Biblia y de las de Shakespeare, son las más citadas en lengua inglesa.

La vida de Lewis Carroll y los libros de Alicia (y, en menor medida, el resto de su obra) también han dado lugar a multitud de estudios y análisis. A la vez, han ido surgiendo numerosos grupos y asociaciones de entusiastas admiradores.

Asimismo se han hecho múltiples adaptaciones cinematográficas, con mayor o menor éxito, habitualmente mezclando ambos libros y (como en la película de Tim Burton) modificando la historia.

Por mi parte, los libros de Alicia son de los pocos que he leído más de una vez —habitualmente en la edición de Martin Gardner—, y siempre con gran placer.

Y por eso quería aprovechar este aniversario para referirme a algunas traducciones argentinas de Alicia.


Algunas traducciones argentinas

Hace un par de años Juan Gabriel López Guix publicó un trabajo con un detenido análisis comparativo de varias traducciones al castellano, entre ellas algunas argentinas. Centra su estudio en la forma en que diversos traductores han resuelto algunos pasajes de la compleja obra de Carroll. Ésta, a la diferencia del idioma, suma la distancia en el tiempo (1865 y 1871) y las numerosas referencias culturales de su época.

Aquí sólo quería referirme a unas pocas cosas que de algunas traducciones argentinas. Las que consulté fueron las de:

            • Ángela S. de Fuentes (Atlántida, 1975),

            • Manuel Barberá (ACME, colección Robin Hood, 1988),

            • Graciela Montes (Colihue, 1996) y

            • Delia Pasini (Losada, 2007)

Aunque también sucede a veces en inglés, una primera curiosidad es que, en estas traducciones, Alice’s Adventures in Wonderland dejan de ser aventuras, para ser —simplemente— Alicia en el País de las Maravillas.

Con respecto a los nombres de los personajes, Alice siempre se convierte en Alicia, opción seguramente reforzada por el público destinatario (el infantil, al menos originalmente) y porque la niña de la historia no tiene apellido.

Otras opciones en las traducciones son sencillas y directas. Así, el White Rabbit, el Cheshire Cat, el Hatter, la March Hare y la Queen of Hearts se transforman en castellano en el Conejo Blanco, el Gato de Cheshire, el Sombrerero, la Liebre de Marzo y la Reina de Corazones.

Más variados son los nombres que se les da a los que conforman la servidumbre del Conejo Blanco: Mary Ann, Pat y Bill se convierten en Ana María, Patricio y Bill (Fuentes y Barberá), Ana María, Patricio y Guille (Montes) y Mariana, Pat y Bill (Pasini).

Pero la que se destaca sobre todos los demás es la Mock Turtle. El personaje toma su nombre del de una sopa, supuestamente de tortuga, pero en realidad hecha habitualmente con ternera. En las traducciones se transforma en la Falsa Tortuga (Fuentes), la Tortuga Fraguada (Barberá), la Símil Tortuga (Montes) y la Tortuga Remedos (Pasini).


Para leer los libros de Alicia

En el capítulo XII de Alicia en el País de las Maravillas, el Rey de Corazones le ordena al Conejo Blanco que lea una carta en voz alta:

— ¿Por dónde empiezo, Majestad?

— Empieza por el principio y sigue hasta que llegues al fin. Allí te detienes.

Para disfrutar de las aventuras de Alicia, muchas veces hay que prescindir de la lógica habitual y, empezando por el principio y llegando hasta el final, avanzar por los desopilantes caminos de la historia de Carroll, sin tomarlos demasiado en serio.

Y eso lo podemos hacer leyendo el original, o bien acompañados por valientes traductores que aceptaron el desafío de traducir las aventuras de la pequeña Alicia. Y luego de acompañarla por el País de las Maravillas, podemos animarnos a atravesar con ella el espejo y visitar ese otro mundo de fantasía y su gran tablero de ajedrez.

Hoy, 150 años después, podemos revivir esa golden afternoon en la que Lewis Carroll comenzó a contarnos a las niñas Liddell y a nosotros la deliciosa historia de Alicia.